viernes, noviembre 23, 2012

Lauridsen: el verdadero misterio de la mula y el buey.


O magnum mysterium ("Oh, gran misterio") es el título de un canto responsorial para Navidad que ha viajado a través de la inspiración de Morales, Palestrina o Victoria. De la suya y del Espíritu Santo. El texto dice así:

O magnum mysterium,
et admirabile sacramentum,
ut animalia viderent Dominum natum,
jacentem in praesepio!
Beata Virgo, cujus viscera
meruerunt portare
Dominum Christum.
Alleluia
.

(Traducción:  ¡Oh gran misterio, y maravilloso sacramento, que los animales deben ver al recién nacido Señor, acostado en un pesebre! Bienaventurada la Virgen, cuyo vientre fue digno de llevar a Cristo el Señor.Aleluya).

Me llega al alma la versión de Lauridsen, un compositor contemporáneo de origen danés. En ella brilla concienzudamente el resplandor renacentista de armonías y ecos ordenados. Comulga con los grandes de la polifonía, pero lo hace desde una siempre sincera sonoridad nórdica: como si el norte recuperara, en él, un imaginario esplendor que late aquí bien fuerte. 
Y lo espiritual, claro. Lo espiritual, digo, sí. Porque no es un texto cualquiera y porque subyacen en él algunas de las grandes verdades que resalta ahora Benedicto XVI ("ut animalia viderent..."). Sólo puedo parafrasear a San Juan de Ávila:  cuando escucho "la Virgen con un niño en brazos, pienso que he visto todas las cosas". Y es que hay cosas que conviene leer despacio, muy despacio, masticándolas, rumiándolas, casi tocándolas, cantándolas... Y si es al estilo de Lauridsen, el que tenga oídos que oiga.

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