Acusado por sus traidores y desterrado por el rey, el Cid, "con lágrimas en los ojos", emprende su salida de Burgos. Sólo una niña de nueve años -la inocencia- le reconoce y le advierte de las duras amenazas reales a quien osare abrir las puertas al Campeador. Como buen caballero cristiano, nos cuenta el culto juglar que:
Esto la niña dixo e tornós' pora su casa.
Ya lo vee el Çid, que del rey non avié graçia,
Ya lo vee el Çid, que del rey non avié graçia,
partiós' de la puerta, por Burgos aguijava,
llegó a Santa María, luego descavalga,
fincó los inojos, de coraçón rogava.
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