Nadie daba un duro por nosotros, pero fuimos al campo alentados por el Marca y su propaganda de furor. El partido de ida había sido un desastre calamitoso (6-1 en La Romareda). Para remontar había que meterles cinco. Nada fácil.
Alguien susurró una idea genial: el himno de toda la vida por megafonía. Al principio, como Dios manda. El estadio en pie y bufandas contra el viento –que mira tú si hacía rasca en Madrid aquella tarde- y a rezar. En volandas el primero, el segundo y el tercero cuando no habíamos cumplido aún quince minutos de juego. De infarto. Temblaba hasta el hormigón. De adrenalina, claro. La de esas ochenta mil almas que vibraban en un estado difuso de ansiedad y demencia. Luego un respiro somnoliento hasta el descanso. Bocata y bebida hasta que empezó a oírse el Eye of the tiger de Survivor. El tema de Rocky.
Un acompañamiento de palmas aquí y un ondear de banderas allí, en el Fondo Sur. Pero la percusión es obstinada y se oyen más y más palmas. Más y más cerca. En dos minutos, tribuna, lateral y fondos se funden al son del rock contra la piedra. El Bernabéu comienza a temblar. Ya llevamos tres goles, pero hacen falta dos más. Eso y que Casillas se aburra hasta la soledad. Cuando la canción llega al “It's the eye of the tiger, it's the cream of the fight…” tienes casi ganas de llorar, pero de euforia ganadora. Aprietas los dientes y le dices al de al lado: “los machacamos”. Casi dan ganas de morder la hierba.
Y todo, mientras los jugadores no habían saltado aún al césped. Ya habíamos olvidado si el rival era el Inter, el Rayo o el Alcoyano. Si era Liga, Champions o Copa del Rey. Entre el ruido ensordecedor un silencio interior infinito. Cada espectador guardaba, sin saberlo, un secreto para sí mismo.[ El mío: que en aquel rincón de la Castellana un señor llamado Bernabéu había tenido un sueño y nos había hecho felices.]
Alguien susurró una idea genial: el himno de toda la vida por megafonía. Al principio, como Dios manda. El estadio en pie y bufandas contra el viento –que mira tú si hacía rasca en Madrid aquella tarde- y a rezar. En volandas el primero, el segundo y el tercero cuando no habíamos cumplido aún quince minutos de juego. De infarto. Temblaba hasta el hormigón. De adrenalina, claro. La de esas ochenta mil almas que vibraban en un estado difuso de ansiedad y demencia. Luego un respiro somnoliento hasta el descanso. Bocata y bebida hasta que empezó a oírse el Eye of the tiger de Survivor. El tema de Rocky.
Un acompañamiento de palmas aquí y un ondear de banderas allí, en el Fondo Sur. Pero la percusión es obstinada y se oyen más y más palmas. Más y más cerca. En dos minutos, tribuna, lateral y fondos se funden al son del rock contra la piedra. El Bernabéu comienza a temblar. Ya llevamos tres goles, pero hacen falta dos más. Eso y que Casillas se aburra hasta la soledad. Cuando la canción llega al “It's the eye of the tiger, it's the cream of the fight…” tienes casi ganas de llorar, pero de euforia ganadora. Aprietas los dientes y le dices al de al lado: “los machacamos”. Casi dan ganas de morder la hierba.
Y todo, mientras los jugadores no habían saltado aún al césped. Ya habíamos olvidado si el rival era el Inter, el Rayo o el Alcoyano. Si era Liga, Champions o Copa del Rey. Entre el ruido ensordecedor un silencio interior infinito. Cada espectador guardaba, sin saberlo, un secreto para sí mismo.[ El mío: que en aquel rincón de la Castellana un señor llamado Bernabéu había tenido un sueño y nos había hecho felices.]
1 comentario:
las cosas ya no son lo que eran...
Publicar un comentario