más alto que ningún ave.
Significa majestad,
y desta conformidad,
es la música süave
que sube el entendimiento
tan alto en contemplación,
que le pone en un momento
en el divino aposento:
porque allí es su perfección".
En sintonía con Fray Luis y Salinas, Luis de Narváez (c.1500-c.1550) escribía verso y música en su magna obra Los seis libros del Delphín de música en cifra para tañer vihuela (impresa en Valladolid en 1538). Se trata de uno de los nombres más importantes del Renacimiento musical hispánico.
Uno siente a través de su música la pulcritud que describen sus versos, la meditación y el reposo de lo bello puesto en el altar de lo armónico ("en el divino aposento"). Hay en todo ello una simplicidad de esas machadianas (como lo del huevo de Colón, vamos): las notas fluyen por el río de Heráclito.
La vihuela protagoniza en fantasías y pavanas una de las más grandes épocas de la música española. La de los Mudarra, Milán y cía. Una de las piezas más conocidas -interpretada hasta el desgarro de cuerdas en unos y otros- es el Guárdame las vacas [y sus siete diferencias], de Narváez, romance que vino a dar en villancico. Ambrosía para el oído.
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