Fray Luis de León, catedrático de la Universidad de Salamanca, escribió esta Oda a Francisco Salinas, también catedrático allí, de la que rescato tres pedacitos:
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Y como está compuesta
de números concordes,
luego envía consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás amortecidos!
Salinas, célebre músico de la época, ciego de nacimiento, tiene un tratado sobre las relaciones armónicas que impresionaría al propio Schönberg (De musica libri septem, Salamanca, 1577). Fue Salinas el que certificó, ante el tribunal de la Inquisición, la sabiduría e inocencia de Fray Luis sobre el conocido caso (la traducción del hebreo del Cantar de los cantares).
Lo cierto es que Fray Luis lo clava: ese aire que llega a la más alta esfera es un tema central de la historia de la música. De la teoría griega de Tolomeo y Arístides Quintiliano a la española de Salinas y Ramos Pareja hay unos cuantos años, pero ahí queda lo tratado por los primeros en la revisión de los segundos.
La teoría de Salinas es compleja, pero su música debió ser armónica, al menos para los oídos de Fray Luis. De ahí que hable de consonancias ("consonante respuesta"), estableciendo determinadas relaciones interválicas (cuartas, quintas y octavas, sobre todo), aunque ya en época de Salinas el escaparate armónico era más amplio.
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