Así se refería a Haydn nuestro poeta (y músico) Tomás de Iriarte, el fabulista, en su poema La música:
“Sólo a tu númen, Háyden prodigioso,
Las musas concedieron esta gracia
De ser tan nuevo siempre, y tan copioso,
Que la curiosidad nunca se sacia
De tus obras mil veces repetidas.”
Las musas concedieron esta gracia
De ser tan nuevo siempre, y tan copioso,
Que la curiosidad nunca se sacia
De tus obras mil veces repetidas.”
Las sinfonías de Haydn recorrían Europa como los vuelos de Easyjet de ida y vuelta. Su gusto era apreciado en el viejo continente ilustrado no sólo por el racionalismo de su música -y su bondad humana-, sino porque pretendía la culminación del siglo de las luces a través de su arte.
Su mundo sinfónico abre las puertas del Sturm und drang (tormenta y pasión), en especial y más concretamente su Sinfonía nº26 en re menor "Lamentatione".
Diseñada en tres movimientos (Allegro assai con spirito, Adagio y Menuetto), la obra ofrece un clasicismo oxigenado con ráfagas de vientos de tormenta y nubarrones, pero todo vuelve a su sitio después de la función.
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