La música de la no música. Sonidos inalcanzables en el espacio-tiempo; agujeros negros de la armonía tradicional. Antología oscura y matemática prohibida. Búsqueda del más allá y del más acá. Lo ultrasónico.
Viaje astral por la historia de la música occidental. Camino de luciérnagas en la noche despejada de Hansel y Gretel. Una breve e inaudita cronología de algunas propuestas.
El primer capítulo lo encontramos en La Creación (1798) de Haydn. Un número inicial representa el 'Caos' de la nada antes del todo, según el génesis vesterotestamentario. Ecos de disonancias futuras en un cuadro coherente, con el Dios del amor como eje del hilo sonoro. Lectura integrada y visión humana de un católico como Franz Joseph.
El siglo XIX se cierra con Así habló Zaratustra (1896), la versión cosmogónica del Nietzsche más oscuro, con partitura de Richard Strauss. El viento interpreta escalas enigmáticas a partir de armónicos primarios: la octava y la quinta. Una escena por todos conocida.
Ya en el veinte, Holst se acerca a nuestro sistema solar mediante Los Planetas (1916), obra que juega a disonancias poco comprometidas en un salón donde Júpiter y Marte danzan al son orquestal de una batuta muy terráquea.
Nada que ver con Ionisation (1929-1931), trabajo en el que Varèse nos sumerge en los procesos microbióticos de la física: "la ionización es el proceso químico o físico mediante el cual se producen iones; hay varias maneras por las que se pueden formar iones de átomos o moléculas". La manera de Varèse se efectúa mediante trece instrumentistas que son los que maquinan el proceso metafórico de dicha ionización.
Xenakis es el compositor griego que aplicó ejercicios matemáticos a su composición. Fruto de una de sus ecuaciones aparece Metastaseis (1954), obra cósmica donde las haya, para un cuerpo orquestal de sesenta miembros.
No podríamos obviar Kontakte (1958-1960), un hito en la electrónica de Stockhausen, compositor conocido por el Helicopter Quartet y también por su inusitada afición a hablar con extraterrestres. Según Karlheinz, "Mística quiere decir ir más allá del pensamiento, y el arte tiene como fin romper ese límite mental". Según Fernández Guerra, "la escala de 'colores del sonido' electrónicamente producidos integra notas sonidos y ruidos cotidianos, así como las mutaciones de los sonidos en acontecimientos sonoros completamente nuevos, desconocidos hasta ese momento". Esa es la nueva ruta que nos marca Stockhausen.
Por último -que no para terminar- estaría Ligeti con su Atmosphères (1961). Música textural, masa de sonidos y timbres cósmicos. Esa "lucha" de texturas es la expresión más humana de algo ininteligible: la dimensión infinita del universo.
Viaje astral por la historia de la música occidental. Camino de luciérnagas en la noche despejada de Hansel y Gretel. Una breve e inaudita cronología de algunas propuestas.
El primer capítulo lo encontramos en La Creación (1798) de Haydn. Un número inicial representa el 'Caos' de la nada antes del todo, según el génesis vesterotestamentario. Ecos de disonancias futuras en un cuadro coherente, con el Dios del amor como eje del hilo sonoro. Lectura integrada y visión humana de un católico como Franz Joseph.
El siglo XIX se cierra con Así habló Zaratustra (1896), la versión cosmogónica del Nietzsche más oscuro, con partitura de Richard Strauss. El viento interpreta escalas enigmáticas a partir de armónicos primarios: la octava y la quinta. Una escena por todos conocida.
Ya en el veinte, Holst se acerca a nuestro sistema solar mediante Los Planetas (1916), obra que juega a disonancias poco comprometidas en un salón donde Júpiter y Marte danzan al son orquestal de una batuta muy terráquea.
Nada que ver con Ionisation (1929-1931), trabajo en el que Varèse nos sumerge en los procesos microbióticos de la física: "la ionización es el proceso químico o físico mediante el cual se producen iones; hay varias maneras por las que se pueden formar iones de átomos o moléculas". La manera de Varèse se efectúa mediante trece instrumentistas que son los que maquinan el proceso metafórico de dicha ionización.
Xenakis es el compositor griego que aplicó ejercicios matemáticos a su composición. Fruto de una de sus ecuaciones aparece Metastaseis (1954), obra cósmica donde las haya, para un cuerpo orquestal de sesenta miembros.
No podríamos obviar Kontakte (1958-1960), un hito en la electrónica de Stockhausen, compositor conocido por el Helicopter Quartet y también por su inusitada afición a hablar con extraterrestres. Según Karlheinz, "Mística quiere decir ir más allá del pensamiento, y el arte tiene como fin romper ese límite mental". Según Fernández Guerra, "la escala de 'colores del sonido' electrónicamente producidos integra notas sonidos y ruidos cotidianos, así como las mutaciones de los sonidos en acontecimientos sonoros completamente nuevos, desconocidos hasta ese momento". Esa es la nueva ruta que nos marca Stockhausen.
Por último -que no para terminar- estaría Ligeti con su Atmosphères (1961). Música textural, masa de sonidos y timbres cósmicos. Esa "lucha" de texturas es la expresión más humana de algo ininteligible: la dimensión infinita del universo.
El mismo año, el innovador John Cage estrenaría su Atlas Eclipticalis, una 'transcripción' a grafía musical de una mapa de estrellas. Un genio este Cage.
Pero, no se preocupen, estamos salvados y la armonía habita en nuestro astros. Así lo dice, por lo menos, el artículo sobre la música de las esferas que nos regala Edu Martínez.
Pero, no se preocupen, estamos salvados y la armonía habita en nuestro astros. Así lo dice, por lo menos, el artículo sobre la música de las esferas que nos regala Edu Martínez.
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