
Es indudable que a la poesía en España le falta algo; quizá lectores, unos cuarenta mil asiduos señores que leen algo de Bukowsky, de Ángel González y de Sabina, que, por cierto, ahora es poeta, y de los grandes. Al menos, eso dicen las listas de éxitos del Top-Poetry.
No sabemos tampoco si lo que faltan son poetas. Parece que no, porque casi escriben tantos como los que leen. Lo que está claro es que la poesía que triunfa es la de Bécquer, la de Lope, la de Quevedo, pero no precisamente porque la gente los lea, ni mucho menos. Ahora basta con mandar un SMS al 7777 y tu chica tendrá ante sus ojos una obra de orfebrería literaria, un soneto, una décima o una cuartilla maravillosa que su amado le ha regalado casi como si la hubiera compuesto él mismo, mostrando dotes de genial Garcilaso y espléndido amante.
La creación poética ha legado a la literatura y al arte cosas magníficas, que se olvidan, que se descuidan o que, sencillamente, se desconocen. Sería bueno desde la crítica y desde más sitios valorar a otros autores que no hablan sólo de arquitecturas abstractas, ni de músicas extrañas, lejanas, ocultas, vacías casi siempre. Hay una poesía humana, joven, que rezuma frescor, ironía e inteligencia a raudales, y por eso vamos a hablar de Panero, un novísimo olvidado, que tiene mucho que decir todavía. Lean:
"... Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy Jane, Margaret y los Niños Extraviados. No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, Señor Darling, todo estaba previsto, todos ellos acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa. Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas Margaret. Peter Pan no existe. "Peter Pan, no lo sabías, mi nombre es Wendy Darling..." Deje ya de retorcerse el bigote, señor Darling, Peter Pan no es más que un nombre, un nombre más para pronunciar a solas, con voz queda, en la habitación a oscuras... Todo está en orden, tranquilícese, señor Darling"
('Unas palabras para Peter Pan', Leopoldo María Panero, en Nueve novísimos poetas españoles, antología de José María Castellet, 1970).
A esto es a lo que me refería: debemos apreciar una poesía místico-abstracta de Valente, de gran altura poética, pero, ay, amigos, no sólo de pan vive el hombre. De vez en cuando, las poesías (y las proesías) necesitan aire nuevo, puro, una bocanada de humor, de cine, de materias muy diversas, al fin y al cabo. No pasa nada por divertirse un poco, que no va a venir nadie por la ventana a secuestrarnos mientras leamos algo de los novísimos o de otros divertísimos. Nadie, excepto Peter Pan.
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