jueves, octubre 30, 2008

Rembrandt y El Prado



El título de la exposición es "Rembrandt.Pintor de historias". Se me ocurre que la próxima vez podrían pensar en Ibáñez y subtitular "dibujante de viñetas". Se equivoca la dirección del museo llevando a los invitados temporales al nuevo rinconcito de la ampliación jeronimaniana. Lo digo porque lo pienso. Guardo tan buen recuerdo de la muestra de Tintoretto -entrando por la puerta de Goya- que me cuesta creer que Rembrandt estaba en El Prado.

Y es que el museo -proezas arquitectónicas aparte- se ha convertido en un gran recinto polideportivo: sólo falta un poco de agua para bajar a ver a Patinir en rápidos. Hoy casi parecía un simulacro de psiquiátrico realizado con éxito. O una gymkana donde gana el equipo que más cuadros vea en menos tiempo.

No obstante, buscando a Tiziano alguien puede acabar en la infinita sala de El Bosco -instante único- o en la de escultura clásica -templo de quietud-. Pero lamenta llegar a Rembrandt -invitado de lujo- teniendo enfrente la modern cafetería o la ridícula librería ("shop", en realidad). Y es que esto es muy importante: vayan al Louvre y verán cómo tratan a sus invitados. Una librería con trescientos libros -y no exagero- del autor temporal: y en esa ocasión era Praxíteles. Será que la escultura, al ser espacial...

Bueno, pues hablemos de Rembrandt. Tema bíblico y mitológico (de ahí lo de "historias", supongo), como en Tintoretto -y en los grandes- pero visión general muy poco homogénea. Lienzos de grandes dimensiones con grabados miniaturistas, exquisitos hasta el último detalle expresivo. Grande el psicologismo pictórico en los apóstoles (San Pablo y San Bartolomé) y espectacular la misteriosa luz en La negación de San Pedro (arriba). Cristo calla desde la sombra. Algo me dice que ha merecido la pena ir a la exposición sólo para ver su rostro.

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