Se cumplen cien años de la muerte de Federico Chueca (1846-1908), pintor musical del Madrid de la época; casi como ninguno. Pérez Galdós habló ya de la importancia del llamado género chico y del teatro por horas. Básicamente, son piezas breves (una hora) que permitían un espectáculo barato al alcance del pueblo. A real por función. Todo el mundo iba a ver las funciones desde la tarde (incluida sesión infantil) hasta más tarde (a las doce era la última).
Las obritas de Chueca son unos cuantos cuadros de la capital de principios de siglo: circo de transeúntes, señorones y chulapos. Por citar algunas, La Gran Vía o Agua, azucarillos y aguardiente. La primera, sobre la construcción de una "Gran Vía" para Madrid, se estrenó en 1886, en el Teatro Felipe. No tiene desperdicio. La segunda, en pleno paseo de Recoletos.
Pude ver una representación en el Teatro de la Zarzuela y las señoras (y los señores) canturreaban por lo bajini: "tanto vestido blanco, tanta..."
A veces, descuidamos un género histórico como la zarzuela y su género chico, obviando, por su carácter popular, algo tan necesario en nuestras vidas (y en las de aquellos seres humanos) como su música.
Esta noche hay luna llena en Madrid, un cielo sereno de azules oscuros y rojizas franjas contaminentales. Una pareja discute ante un portal con grandes dosis de realismo. Y eso que todavía faltaban por llegar Ibsen y Stanislavsky.
2 comentarios:
De crío solía aprenderme la letra de muchas de las canciones de esas zarzuelillas, y aún conservo algun cassette con unos recitales míos caseros a los cinco años que haré públicos cuando pueda enriquecerme con ellos.
Particularmente, y sin que salga mucho de aquí, me emociona más la zarzuela que la ópera.
Claro que sí. Espero ese momento. La zarzuela se empieza a saborear con un poco de madurez. En mi casa mi padre canta y recanta romanzas maravillosas. Nada que envidiar a muchas cosas de por ahí. Además, es nuestra, y eso la hace especial.
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