La primera idea del
Amor brujo de Falla (1876-1946) nace de la proposición que la bailaora Pastora Imperio lanzó al compositor gaditano y al escritor Martínez Sierra. Les pedía una canción y una danza para sus espectáculos.
Tras estrenarse en Madrid en 1915 -sin mucho éxito-, la pieza se vio modificada hacia el formato de ballet que le otorgó una gran acogida en el Trianon-Lyrique de París al año siguiente. A pesar de las críticas a la primera versión, Falla creyó en la fuerza de la partitura y la obra no tardó en catapultarlo al estrellato. No era para menos.
El carácter escénico -cuasi teatral- de la obra nos deja algunos trazos para la eternidad, como el conocido
'Romance del pescador', el sexto número de los trece que componen el
Amor brujo.
Estos dos minutos de música condensan una de las manifestaciones líricas más hermosas de todo el arte español del veinte. Este momento de reposo viene a presentar la calma de los sentidos que exige la mística de la acción ritual. Mística de los amantes ("Oh, llama de amor viva/que tiernamente hieres...").
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