Volviendo sobre el juego y sobre la música, pocas figuras tan idóneas y extravagantes como la de Glenn Gould (1932-1982), el pianista de las Variaciones Goldberg y también de la K. 331 de Mozart, el famoso tema con variaciones del compositor austríaco.
Sentado en esa silla de andar por casa, desde donde casi no ve las negras del teclado, Gould toquetea con ambas manos, correteando por el nácar, jugando, canturreando y sonriendo: imagen franca de un loco de atar.
Cómo se lo pasa Gould tocando variaciones de Bach o de Mozart, incidiendo una y otra vez sobre la misma locura, desdibujándola, transfigurándola. Los dedos de Gould pasean por el teclado con la sutileza del trapecista que acaricia la cuerda, sin miedo a caer.
La música, con Gould, es un juego divertido en una infancia que no termina nunca.
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