sábado, febrero 02, 2008

Cuando tienes un día Wittgenstein


Tener un día Wittgenstein es alcanzar un estado del alma dormida donde todo se vuelve frío, calculador, matemático. Recibir la idea del neopositivismo lógico y empírico es como caer de los dos lados de la cama y seguir durmiendo de pie: no veo la cama ni desde arriba (no levito) ni desde abajo (no puedo abrir los ojos si estoy durmiendo), pero estoy atrapado en la nada de saber que mi cuerpo descansa en horizontal mientras mi mente lo observa en posición vertical.

Las cosas son sólo lo que son: estados, situaciones, contextos. Cómo usar el lenguaje (de ahí las historias de Lewis Carroll) configura un modelo de realidad u otro. En realidad, solo debo decir aquello que es cierto (empíricamente), de modo que los sujetos no cuantificables (sentimientos, deseos, sueños horizontales) quedan para el recuerdo íntimo del no lenguaje.

Sólo entonces, cuando tienes un día Wittgenstein, quieres volver a atrás, borrar todo lo que has escrito y dicho, empezando por este blog absurdo y prevaricador.

Por eso, cuando tengo un día Wittgenstein, escucho a Haendel.







2 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Vaya, llego de rebote a través de tu comentario a tu blog: ¡mira que no haberme dicho nada!
Está muy bien, sobre todo los comentarios sobre música.

Pedro Jesús Teruel dijo...

He llegado, también de rebote, a tu post, haciendo una búsqueda sobre la relación entre Wittgenstein y la pintura. Me ha parecido ingenioso; dice mucho (y bueno) del autor. Eso sí, acuérdate de que el propio Wittgenstein reconoció los límites del lenguaje. Esa famosa frase con la que se cierra el "Tractatus" ("De lo que no se puede hablar, es mejor callarse") refleja toda una actitud ante las vivencias: hay parcelas de la vida que van mucho más allá de la objetivación propia del lenguaje y de la ciencia. La propia biografía de Wittgenstein muestra esa apertura a lo que está más allá de la objetivación. Así que incluso creo que podrías utilizar a Wittgenstein a favor de tus estudios musicales. ¡Mira tú por dónde!