sábado, noviembre 03, 2007

Pavarotti (1935-2007)


Ya sabrán ustedes que soy un romántico, un romanticón, a veces, algo melodramático. Dirán que la fecha es inapropiada, casi lejana -por lo vulgar-, pero he aquí que me he atrevido a esbozar unas humildes flechas a favor de Luciano.

He aquí que, como yo, es hijo de panadero, y digo "es" porque Luciano siempre "será". Cómo no recordar ese trío con nuestros Carreras y Domingo en el mundial de EE.UU. en 1994. Ganó Brasil, por cierto, aunque mi favorita -como buen germanófilo que soy- era Argentina.

Bobadas a parte quiero volver a la vida, a esa "vida" mía que yo concibo como una mezcla de sentimiento y razón, siendo la última heredera de la primera y siendo la primera sierva de la última.

Luciano ha muerto, pero les invito -como seres humanos con corazones que laten- que vuelvan a él por un segundo. Como hombre, como ciudadano del mundo, como hijo de panadero, como italiano particular. Alma universal.

Quiero que se sienten en sus asientos, que, en paz con Dios, escuchen -y vean- la famosa aria del Turandot de Puccinni. Acérquense al 'Nessun dorma", con la letra en italiano y letra en castellano paralela a ella.

No hay palabras -y mira si las hay en la canción- para describir el alma de Puccinni en Pavarotti. Algo mágico, espléndido, grandioso, y a la vez callado, espiritual, homérico.

Algo que me dice que Luciano, el nuestro, el de cada uno, fue capaz de vencer a la muerte en vida.

Ha sido una prosa mala, lo sé, pero llena de humanidad, de cercanía, de amistad con el que me pueda leer. Escuchen a Luciano. Escuchen a Dios hablando por él.


["NO HAY FELICIDAD MÁS GRANDE QUE HACER FELIZ A LOS DEMÁS"]