lunes, noviembre 02, 2015

La verdadera historia de todas las cosas.

"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" (Gn 1,2). 
El caos, la oscuridad, las tinieblas y el lado oscuro de la fuerza siempre han estado ahí. ¿Y qué? Nada nuevo bajo el sol, excepto que cuando aparecen no sala ni el bueno de Lorenzo a dar la cara. 
La historia de un mundo vacío y frío bajo nuestros pies descalzos y barnizados de ponzoña tampoco es novedosa. Todos hemos sentido en algún momento la visita fantasmal de la tristeza, la soledad o el miedo. Y lanzamos al viento navajas como preguntas que nadie responde. ¿O no?
Resistimos al límite, como gota de agua bajo la teja. No situamos en el abismo. Y olvidamos la segunda parte: que el espíritu "se movía sobre la faz de las aguas". Y esto cambia toda la película. 
Ese  espíritu, origen de todo, generador y creador de todo, se movía y se mueve. Habita en nosotros. En lo que hacemos y en lo que dejamos de hacer. "Niño, estate quieto". Y una leche. ¿Es que no has oído a Beethoven? En el principio del principio de la Novena es el mismo Dios quien le pone banda sonora a la Creación. Ahí oiréis que no fue fácil. Ni lo fue ni lo es. El lado oscuro se las trae, pero la Luz siempre se abre paso. Y al final sale el sol, chipirón, ya nos lo cantaron Grieg y el gran Oldfield. 
La salida del sol es un acontecimiento único e irrepetible: la conmemoración diaria del triunfo del todo frente a la nada; del cosmos frente al caos; de la alegría frente a la tristeza; del Bien sobre el Mal; de la Belleza frente a la desolación; de la Creación, en definitiva. 
Y quizá el que mejor lo entendió fue Bach: el trabajo, el sacrificio, la entrega diaria, el esfuerzo y el amor a los demás nunca están de más. Viven en nosotros. Solo hay que ponerse a bailar: "vamos a jugar en el sol/ todos los días son días de fiesta". O todo o nada y aquí lo único que vale es el todo. De él venimos y a él vamos. El todo en Bach es el universo elegante, ordenado y armónico. La razón al servicio de la emoción. Diría Jotaerre que ya no hay razón o emoción, sino una sola cosa: "como el mar y como el cielo/ cielo y mar sin querer son". En Juansebastián todo esto brilla por su propio peso: la música ni se crea ni se destruye, solo se transforma, se reinventa, se pierde y se encuentra, se reinventa, renace, vuelve a caer, pero para levantarse. Y esta vez viene para quedarse. Show must go on... 
El mundo que se mueve sonríe, se alegra, no se esconde ni teme ni agacha la cabeza. Se expande, genera, motiva y se levanta cada mañana. No aburre ni se lamenta; ¡grita!, baila y sueña. Y sí: los sueños, sueños son. Pero sueñan. ¿O suenan? 

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