En la Noche de los Libros, con una temperatura que invita a recordar aquello del "Viva Madrid que es mi pueblo" de Arniches, La Latina luce esa puesta en escena difícilmente superable por otras estancias. Llegamos a Embajadores y en su número noveno la casa actual de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la que ahora dirige Eduardo Vasco. Ahora se enfrentan a La Estrella de Sevilla.
Tuvimos la oportunidad de ver, eso sí, en Almagro, la última puesta de largo para el Hospital de San Juan, allá por el 98 [ahora vuelve]. También con la CNTC. Esto es otra historia. A uno, teórico de autorías y cronologismos, le gusta oír lo de "atribuída a Lope", porque le da cierta altura sobre la producción en serie, pero también realza la marca del fénix.
Desde El castigo sin venganza no hay drama más drama en Lope, con un gracioso poco cómico ante la gravedad de la trama y unos hechos de altura, por la presencia real y la honra como móvil fatal hasta sus últimas consecuencias. No quiero desvelar mucho más.
Humilde felicitación a la propuesta de Vasco: un reparto excepcional de seres de carne, pero descarnados, catarsis explícita y necesaria, honda y universal. Montaje exclusivo de trajes y Ray-Ban, funky justificado. El gran teatro del XVII en un Madrid que respira guiones por todos los rincones.
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