Según se cuenta aquí, un conde de Dresde encargó a J.S. una pieza musical para curar el insomnio que consumía sus noches. Se sabe que por ella cobró 500 táleros en una copa de oro, el sueldo de todo un año en Santo Tomás. Bach dejó a su familia apenas cuatro duros y una elegante biblioteca, un par de instrumentos de cuerda y una música callada para la eternidad.
Casi un cuarto de milenio después de su muerte, hasta el árbol de Darío -aquél "dichoso" porque es "apenas sensitivo"- recuerda las interpretaciones de Glenn Gould.
Sólo un loco como Gould -en el mejor sentido de la palabra- puede dar sentido a esa sinrazón que es la cuarta dimensión en Bach: la melodía, la armonía, el tiempo y [lo divino]. La pieza se puede leer desde arriba, desde abajo, caminando sobre las corcheas, trotando sobre las semicorcheas o durmiendo en las blancas. No creo que el conde quisiera dormir en ellas y perderse la siguiente variación; más bien parece una versión bachiana de Las mil y una variaciones.
4 comentarios:
Es un placer al oído. Uno se imagina al conde de Dresde tumbado en la cama y al pobre músico mirándole con cierta mezcla de asco y tristeza. Creo que Bach quiso que el conde durmiera pero también trató de que el músico viviese.
El conde de Keyserlingk era el sujeto y el nombre de Goldberg se debe al discípulo de Bach que se las interpretaba al conde.
Gracias Bach por esas variaciones y esa Aria, y por mil recursos aplicados, ritmo, expresión, la armonía y sobre todo el contrapunto.
Gracias por ese legado.
Aunque suene a sacrilegio, hablando de las Variaciones Goldberg ya no se puede obviar, tampoco, el nombre del pianista norteamericano Uri Caine, y sus propias "variaciones" de corte jazzista.
Qué bueno, Anónimo. No sabía que Caine también había hecho su versión de las variaciones. Me alegro un montón, porque yo lo vi en Madrid con un repertorio jazzístico -como tú dices- cargado de Mozart. Un saludo.
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