jueves, agosto 21, 2008

Guatemala o "la tierra de los árboles": Chichicastenango


Íbamos a echar un vistazo al mercado de Chichicastenango: galería de objetos desde el corazón del indigenismo: había de todo. Me fijé en un violín sin cuerdas en medio de pulseras, wipiles y camisetas de la cerveza Gallo. Pero sobre todo lo angosto de la visita: tenías la sensación de estar perdido cada cinco segundos si no echabas la vista atrás. Museo de objetos, pero también de olores: un pollo vivo ve como su primo está siendo descuartizado a dos metros. Todo muy exótico. Un niño nos pide que le compremos algo o que le invitemos a comer. Angosto en el sentido espiritual, en la Angst filosófica.

Entre todo ello reluce de blancor la fachada de la iglesia. Colonial de exteriores (incienso a rabiar), otras cosas más de interiores. Artesonado y bancos de una madera oscura, como casi todo. La escalinata de entrada merece más de un comentario: mezcla de vendedores, guiris y perros con pulgas. Dos mujeres exhortan (como monólogos de teatro contemporáneo, con gritos, aullidos, etc...) a una

imagen de la Virgen.

Gran sorpresa al encontrar una placa donde se decía que "el padre dominico fray Francisco Ximénez encontró y tradujó aquí el Popol Vuh en el siglo XVIII". Al fin y al cabo, el Popol Vuh es como el Génesis quiché. Se entienden algunas cosas: la mezcla de elementos indígenas en la iglesia cristiana explica un barroco quizá más barroco de lo que se quiere a veces. Algunas prácticas se hicieron "habitables" en el nuevo recinto. Estas prácticas habitan en procesiones y celebraciones, pero casi todas se quedan en la escalinata. Gracias a Dios.

Aquí va un poco del Popol Vuh:


''Ésta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Ésta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gugumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gugumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la claridad en acción del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán."

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