
La gran película del año, sin duda. Aquellos que han querido ver en ella un alegato sobre la eutanasia -apologético vocablo hostil- han perdido el combate por k.o. técnico.La obra de Clint Eastwood va mucho más allá.
Ante el espectador, un trío excepcional se debate por la vida: la de verdad, la humana, la existencial, la profunda, la desgarradora "struggle for life".
Ante el hombre, la desnudez de los sentimientos, del humor, de los silencios de éste Frankie al que ya conocemos de tantas y tantas batallas, y, sobre todo, del sonido de aquella vieja guitarra que le parte el corazón a más de uno.
Ante el animal, la noción del movimiento, el revelador "motion is emotion" del gran cine, el ladrido de aquel perro que un día se fue para no volver.
Ante el ser humano, el anonimato de algunos hombres buenos, como Dunn, como el genio de Freeman encarnado en un retirado boxeador y la sonrisa de aquella chica joven que un día tuvo un sueño.
Ante el mundo, un final abierto, que trasciende más allá de las cámaras.

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